Conservar, consolidar o reestructurar. Estas tres definiciones representan los distintos grados de intervención en una rehabilitación.
En primer lugar, la conservación consiste en invertir en el mantenimiento del edificio, de modo que no aparezcas lesiones estructurales y se alargue la vida útil de los elementos que lo componen, con el objetivo de evitar futuros problemas que requieran de un desembolso mucho mayor.
Se basa, en realidad, en el viejo dicho “más vale prevenir que curar”, ya que, efectivamente, ese mantenimiento y conservación conllevan unos costes, pero siempre mucho menores de lo que supondría hacer frente a un problema estructural.
Por otro lado, la consolidación de edificios supone mejorar las condiciones y situación estructural de un edificio, sin introducir modificaciones en cimientos y estructura básica del mismo. Es decir, que se pueden añadir elementos que mejoren la situación e integridad, pero que no afecten a la estructura inicial, positiva o negativamente.
Es un método muy interesante porque significa mejorar el estado integral del edificio, sin llevar a cabo modificaciones realmente significativas a nivel económico y arquitectónico. Supone, más o menos, un punto intermedio entre la conservación y la reestructuración, cuando quizás sea un poco tarde para un tratamiento preventivo, pero todavía no haya un daño estructural grave.
Por último, encontramos la reestructuración, las cuales son las más invasivas de las tres, pues supone realizar obras que afectan directamente a la estructura del edificio. En ocasiones estas obras pueden hacerse por cambios en la distribución de espacios, pero en este caso en concreto, se llevan a cabo por defectos o daños estructurales.
Eso no significa que el edificio se esté cayendo a pedazos, sino que simplemente la estructura del edificio se ha visto afectada por el paso del tiempo, humedades y demás inclemencias, y ésta tiene que ser reforzada para asegurar su integridad.
La rehabilitación de un edificio es una tarea compleja, que necesita de un equipo técnico cualificado, capaz de ofrecer una completa gestión y optimización de los trabajos que garantice el éxito en cada proyecto.
La amplia experiencia de nuestro equipo técnico, junto a una innovadora y transparente metodología de trabajo, nos posibilita ofrecer un servicio integral, real, de calidad y con garantías.
Un cambio o rehabilitación de cubierta puede realizarse como proyecto independiente o en conjunto con una renovación general de la edificación, dependiendo de las necesidades y el presupuesto del propietario. Por eso, algunas veces estará integrado al proyecto general o se puede presentar solo. Las autoridades locales pueden exigirlo también para el cambio de cubierta.
Sin embargo, la cubierta o techo tiene características y funciones específicas dentro de la edificación y por ello se puede vincular también con proyectos de climatización y ahorro de energía. Las opciones disponibles se actualizan en medio del permanente cambio tecnológico y la evolución de los materiales constructivos.
Los paneles sándwich son fáciles de instalar, más fáciles de mantener, con una vida útil que excede incluso la prevista para el edificio y lo largo de la cual conservan sus prestaciones como el primer día. Los representantes de las distintas asociaciones también coincidieron a la hora de poner de manifiesto la importancia de apostar por productos con certificado de calidad.
Una casa aislada con paneles sándwich de poliuretano ahorra en calefacción hasta 1000 litros de combustible al año.
A la hora de rehabilitar un edificio la fachada es uno de los puntos clave para obtener buenos resultados. Esta juega un papel esencial en el ahorro energético del edificio, el confort y la calidad de vida de sus habitantes, la revalorización del inmueble y el aspecto físico del mismo. Por ello, la rehabilitación de fachadas está considerada como una de las cuestiones más importantes cuando se va reformar un edificio y hay diferentes aspectos que se deben tener en cuenta.